17.1.10

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14.1.10

Ayer la volví a ver.

Después de casi veinte años, la volví a ver. Es la secretaria de un calvo libidinoso con manos de espárrago. Mi mamá quería que platicara con ella, que le dijera en qué me había convertido, a dónde me había llevado la vida, pero, después de casi veinte años, ¿acaso importa? Apenas sí pude verla a los ojos, los tenía con esas horribles patas de gallo que en alguien de treinta y tantos no se ven nada bien.

-¡Hola!
-... Hola.
-Oye, ¡se volvió una señorita muy bonita!
- Sí, ¿verdad? (Las madres, aunque tengas el hocico partido y un corte hecho por un burro, te siguen viendo bonita)

A eso, le siguió un silencio de esos incómodos. Myriam sólo continuaba con su sonrisa que le llegaba hasta las arrugas.

En un pis pás la observé de arriba a abajo, y a través de las cobijas de maquillaje pude llegar a su mirada. Fue entonces cuando recordé las visitas al audiovisual, los refrescos compartidos, los abrazos y las pláticas de mujer. Al fin y al cabo ella había sido mi amiga, aún recordaba su nombre y sus ojos todavía eran un pozo de agua fresca.

-ohh, ¡qué locura! ¡Myriam!

Fue lo único que alcancé a decir.

Después de todo, cuando uno es niño, la amistad es más sencilla.

6.1.10

love internet

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2.1.10

Porque lo digo yo.

En esta casa no se tiene derecho a estar loco. Ni siquiera la abuela loca tiene derecho a estar loca. Todos se sorprenden cuando la vieja no los reconoce, cuando se preocupa porque ya se quiere ir a su casa, porque se levanta por las noches y a la mañana siguiente no recuerda lo ocurrido o porque a veces come poco y otras se atasca como vagabundo. Para ello existen muchos medicamentos controlados que se adquieren fingiendo estar demente mostrando síntomas de ansiedad, paranoia e insomnio. Pero no. Nadie aquí debe estar loco.

Aquí en esta casa no se tiene derecho a estar enojado. Por ello, la ira se reprende con ira, con amenazas. Que te calles porque sino te parto el hocico. Que si te crees muy listo, o por qué osas ir contra la autoridad... Y demás sarta de tonterías que sin duda deben ser maquinadas para herir a las personas.

En esta casa no se tiene derecho a estar triste. Para eso existe el alcohol. Aunque tampoco se puede pistear, porque eso desencadenaría la diabetes, y "es una enfermedad muy fea... glup, glup, glup". Así que sólo los que ya la tienen pueden darse el lujo de ser alcohólicos, que al cabo son los que proveen el sustento en la casa y, por tanto, tienen el permiso de derrocharlo. Así sea el dinero que se pida a todos los integrantes disque para pagar las cuentas.

Aquí se cría a todos los hombres como mujeres y a las mujeres como hombres, para luego quejarse de que los hijos permiten que la novia los maltrate, y que las hijas tengan puros amigos batos. A los primeros se les llama pendejos, a las segundas se les da entender de putas. Y cuando quieren disculparse por hacer sentir a los unos de pendejos y a las otras de putas, se llevará una rosca de Reyes. De ese modo se debe marcar como asunto arreglado, porque, se le recuerda que en esta casa, no se puede estar enojado.