13.9.09

No me pregunten por María.

La otra vez me preguntaron por María. "¿Por qué nunca salen juntos? Así es como debería de ser".

Jamás me han gustado los "así debe ser" o "lo aceptable es que hagan esto y lo otro". Prefiero no enterarme de lo que hace aún cuando llevemos tanto tiempo conviviendo juntos. No me gusta que me digan que la han visto bailando sin pensar en mí, que no me llama cuando estoy en el trabajo y que no me visita cuando tiene oportunidad.

No me pregunten por María, no me digan que la han visto. Yo sé que ella disfruta más cuando no está a mi lado, y que apenas está sintiendo lo que es ser atractivo para los demás junto con sus beneficios y tragedias. Pero es que ella apenas sabe lo que es la libertad.

Tampoco le pregunten a ella por qué no hacemos nada juntos, yo sé que con los demás comparte vinos, bailes, cenas y conmigo televisión, menstruaciones, desayunos.

Somos tan diferentes. A ella le encanta ponerse sus patines, pasear por la ciudad durante la tarde, oler el pasto recién cortado, guardar sus actividades como si fueran secretos, abrazar a sus amigos tristes, hacer galletas, pasteles y pan... y que nada de eso comparte conmigo.

Antes sí me afectaba... Me sentía más solitario estando a su lado, con su boca y su mente llena de secretos que no podría conocer, que ya no me atrevía a preguntar porque sería el marido inquisidor en lugar del amigo confidente.

Pero María... Yo también conozco la libertad...

La libertad de decirte que te amo sin las lijaduras del desamor, de permitirte esas salidas sin que pienses en mí con remordimientos mientras yo me quedo en casa, de mirar a otros hombres mientras los deseas inocentemente. Ten la seguridad que no me perteneces, no eres un objeto para mí.

Pero pobre María...

Ella vive con la presión de saber que soy una serpiente en su vitrina. Me dejo acariciar y alimentar, me mantengo pasiva. Pero la naturaleza que reside en mí es una fuga de gas. Una granada con seguro en manos del terrorista.

Eres libre María, hasta que yo decida iniciar la combustión.


No me perteneces, es cierto.
Pero tampoco eres dueña de ti misma.

8.9.09

SSínica

Toda mi vida he sido una cínica, y con mucho orgullo. La mayoría de las personas que me han tratado me lo han dicho. Mis amigos, mi familia, los profesores y otras personas que creen que a un cínico se le puede ofender llamándolo de ese modo.

No lo puedo evitar, y sinceramente no me da la gana hacerlo.

De hecho, platicando con un amigo, me remonté a la época donde por primera vez me dijeron que era una cínica. Un compañero de la primaria en quinto grado fue el atrevido. Vaya vocabulario para unos lepes de diez años, ¿no? Lo que pasa es que estaba en una escuela de riquillos, hijos de profesionistas. No sé cómo encajé ahí, yo, niña de bajos recursos y padres de rancho con secundaria incompleta. Pero no había de otra, estaba cerca del trabajo de mi papá y desde siempre he sido algo sobreprotegida.

Total, el niño se llama (o llamaba) Jorge, de hecho recuerdo todo su nombre, "Jorge Rosalío Viramontes Rodríguez", o algo así... y lo recuerdo porque me gustaba el chavito. Estaba feo, era mamón y muy nerd. Recuerdo que a su edad era fan de Albert Einstein y hacía investigaciones sobre la teoría de la relatividad. Pffft... Por favor. Pero me gustaba, qué remedio.

Un 14 de febrero hicimos intercambio de cartas y a mí me tocó hacerle una a él. Noooombre, yo estaba muy contenta, pero, extrañamente, siempre fui muy discreta. Así que empecé a dibujar una carta muy bonita, de corazón y pues a todo dar, la creatividad fluyendo con todo cariño por mis manos (jajaja) hasta que el mono se acerca y me dice: "¿tú me vas a dar carta? Ay noo! No quiero nadaaa!".

Obviamente rompió mi tierno corazón de pollito, pero no tanto la verdad, sólo lo suficiente para escribirle un mensaje desabrido en lugar de aquellas palabras tiernas que ya estaba maquinando. Me esperé hasta el final para que el monillo se emocionara y luego le entregué una tarjeta muy bonita. "Espero que te guste lo que te escribí", le dije. La abrió y sólo decía "Feliz día del amor y la amistad, atte Brenda".

Ohh decepción.

Al día siguiente me recibió con un papelito que decía algo así: "no me caes mal, pero a veces eres muy sínica". Yo ni sabía lo que significaba, pero de tan sínica que era, ni me interesó... Y me reí para mis adentros pensando: "jujuaju, le caló".



Pues sí, soy orgullosamente cínica. Sería irónico si no lo fuera.