22.2.08

Mi pseudo columna

Pues resulta que en el taller de periodismo nos obligaron a hacer una columna semanal, asi que, para mantener 'vivo' este espacio, publicaré una de las columnas que realicé. Tal vez está mal, pero me gustó...

Y punto...



Esto que tiene en sus manos, representa el primero de muchos textos que aparecerán en esta columna a la que se llamó “La Tesgüinada”. Al ser el comienzo, se empieza por el principio, y qué mejor que una breve descripción de los temas próximos a tratar en este espacio, así como otros aspectos que permitirán familiarizarse con él.

La idea para la elaboración de esta columna, surge de un viaje que realicé hace unos días a las ciudades de Toluca y de México, es decir, el Distrito Federal. Fue un viaje organizado por la Escuela Normal del Estado de Chihuahua donde los alumnos tendríamos la oportunidad de conocer la cultura de otros lugares y contrastarla con la de nuestra región. En ese sentido, el viaje tuvo mucho éxito.

La Ciudad de México es un lugar completamente diferente a la capital de nuestro estado. El smog hace que el aire huela diferente, la comida era algo ajeno a nuestras costumbres, también el tamaño de la ciudad e incluso la gente. En el Zócalo se reunían algunas personas para imitar las danzas de la antigua civilización azteca y realizar ofrendas con el copal. En las calles se ponía un señor con la marimba e interpretaba bellas melodías, incluso algunos muchachos tocaban el violín en el metro a cambio de algunas monedas. Fue ahí cuando comencé a sentir esa falta de ‘cultura’ al norte del país, específicamente en el estado de Chihuahua, y casi tomaba por ciertas las severas afirmaciones de Vasconcelos, esas de “los bárbaros del norte” o la que dice "la civilización termina donde comienza la carne asada". ¿En verdad éramos tan ignorantes y bárbaros en el norte?

Ya estando en Toluca, platicando con otros estudiantes de Escuelas Normales, sentí que la ciudad de Chihuahua era un nido de bestias. Lo primero que me preguntaron fue: “¿es cierto que allá matan mujeres?”.

Sin embargo, no todo estaba perdido. Los habitantes de Chihuahua aún teníamos algunos elementos sorpresa para demostrar nuestro valor ante la nación, o mínimo ante los estudiantes de Toluca. Lo primero fue la presentación de aquellos complejos bailes de Polka, tradicionales de nuestro estado. El auditorio quedó boquiabierto y aplaudió entusiasmado. Lo siguiente fue la interpretación de algunas canciones rancheras, tan características de nuestra región.

Finalmente, y con lo que logramos conquistar el corazón de los asistentes al evento de intercambio cultural, fue la comida. Se deleitaron al probar el chile pasado con queso y tortillas de harina (porque allá no se usan los burritos con ese tipo de tortilla), también las manzanas de Cuauhtémoc, el queso tipo Chihuahua, la cajeta y, por supuesto, lo que no falta entre los bárbaros de la entidad, la carne.

Lo que no sabía el señor Vasconcelos es que la carne, también es cultura. En Chihuahua resulta innegable la existencia de una cultura ganadera, sin embargo, también tenemos otro tipo de biodiversidad. Existe una gran variedad de especies de flora y fauna en la entidad. De Villa Ahumada vienen los asaderos, los pinos de Majalca, la Sierra es riqueza de la naturaleza. Y así como al centro está el pulque, aquí tenemos el tesgüino, bebida representante de nuestros pueblos indígenas.

Entonces, de esa necesidad de identidad y de reconocer la riqueza cultural y biológica del norte, surge esta columna. En los próximos números se comentarán aspectos generales de la cultura, aunados a los de la sociedad chihuahuense.

Donde hay pueblos indígenas hay pluralidad en la cultura y gastronomía. Y por supuesto, Chihuahua, no es la excepción.





Total que cuando no tenga algo para escribir, tendré que poner aquí las columnas... jajajaja

19.2.08

...

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Pues... en realidad no soy tan buena con las palabras, verdá?






Pero quiero mucho a Maicol...

16.2.08

Donitas Espolvoreadas

Una vez más, había sido despedida de su empleo. Trabajaba en una fábrica de pan como empaquetadora de productos, sin embargo, debido a la deficiencia en la calidad de algunas donitas espolvoreadas, (babeadas por ella) fue echada de su cargo. Pero eso no era lo que incomodaba totalmente a los supervisores, en realidad su apariencia dejaba mucho qué desear.

Su piel era de un tono amarillento, pálida, enorme, deforme, grotesca y llena de escamas. Pobre, no era su culpa, así había nacido. El estómago de un tipo con resaca la parió a través de un eructo.

Desgraciadamente, su personalidad también era difícil. Solía tener una actitud apática hacia el trabajo, era impaciente, nerviosa y amargada. A sus compañeros les solía crear una especie de frustración y desesperación. Nadie se juntaba ya con ella a la hora del almuerzo.

Así que, ahí estaba, el Hambre, a un lado de la banqueta. Sintió un vacío dentro de su estómago pero al no tener dinero, no podía comprar esas donitas blancas que tanto le agradaban. Sus referencias de empleo siempre eran malas y en ningún lugar la contrataban. La corrieron de la casa que alquilaba y se fue a vagar sin rumbo por las calles, cuando de pronto un tipo obeso se topó con ella, y a pesar de que ella era tan fea, le hizo una propuesta indecorosa que, por necesidad, se vio obligada a aceptar.

Vivió dentro del cuerpo de aquel hombre durante mucho tiempo. Éste la trataba bien porque, a pesar de su apariencia y sus actitudes, sentía un cariño sincero por ella y a su vez lo hacía feliz, le otorgaba el placer que estuvo esperando durante mucho tiempo, así que se dedicó a satisfacerla con toda clase de comida, además, las deliciosas donitas espolvoreadas que tanto adoraba, pasaron a formar uno de los gustos preferidos también del obeso.

Sin embargo, al conocer el gran poder que podía ejercer sobre las personas, dejó al hombre en un arranque de promiscuidad. Sintió la necesidad de estar dentro de otros estómagos ya que, según ella, con todos era una historia nueva, algo diferente. Y en efecto, su poder es grandioso, incluso aquellos que no se encuentran en posibilidades de satisfacerla, hacen luego hasta lo imposible por saciar al Hambre. Eso les gusta. A ella también. Fin.





Closer - Nine Inch Nails

10.2.08

Verónica

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Miguel dice que pienso mucho... Pero no lo veo como algo malo, al contrario, permite que mi mente siempre esté maquinando y así...

Sin embargo, también soy una persona que vive de recuerdos, ya sean tristes o felices y dicen que el pasado se debe quedar ahí, en el pasado. Olvidarlo. Enterrarlo. Pero no, el pasado es parte de mi vida y de alguna manera forma lo que soy.


La otra vez, maquinando recuerdos mientras estaba ebria, rumbo a las tortas del Cubano, me puse a remover el polvo de mi mente y a indagar en esos datos del archivo muerto de mi memoria, cuando me topé con un nombre que desencadenó toda una historia.




Verónica.




Conocí a Verónica en el primer año de secundaria. Era una chica alta, delgada, de cabello muy ondulado, negro, tez blanca, dientes y ojos grandes, labios carnosos, manos afiladas. No era bonita, pero me atrevo a decir que algún día hubiera podido llegar a convertirse en una muchacha muy guapa. Eso si no se hubiera muerto.

De eso me enteré hace unos años, mientras estaba en bachilleres. Me topé a otro camarada de la secundaria, nos saludamos con gusto y me dijo de manera precipitada: "¿Te acuerdas de Verónica? La que era tu amiga en la secundaria. Falleció hace dos meses. Le dio un derrame cerebral".


"Ay, me lo hubieras dicho con más tacto goey" le dije "... Pero sí, creo que sí estaba enferma. Jamás le creí".


Entonces, platicando con Miguel, le dije algunas cosas que se me vinieron a la mente y que me hicieron recordarla con tristeza.

Siempre me contaba historias que involucraban muchachos guapos. Me decía que jugaba a la semana inglesa con ellos además de otros juegos inocentes de coqueteo, como los que hacíamos en secundaria, esos que no pasaban de un beso de piquito en los labios.

En la secundaria lo que estaba de moda era pinteársela, y aquellas veces que salíamos temprano, lo genial era irse al centro a comer un raspado y jugar a las maquinitas de la Libertad. Ella me acompañó una sola vez, pues siempre tuvo miedo de su mamá.

"Yo sé que ella es capaz de hablar todos los días a la escuela para ver si salí temprano... Mejor ya me voy a la casa." Decía.

Su familia era muy rara. A veces me llamaba por teléfono y me contaba algunas cosas que le pasaban. Yo no sabía si creerle...

"Fíjate que hace un tiempo, cuando mi mamá no estaba casada, solía hacer fiestas en la casa. Una noche un amigo de ella intentó entrar a mi cuarto, estaba borracho. A mí me dio mucho miedo y no pude dormir en toda la noche... Ya me tengo que ir! Ya llegó mi abuela."

Era muy extraño la manera como la sobreprotegían. No la dejaban hablar por teléfono ni hablar con muchachos, cuando charlábamos por el fono siempre hablaba en voz muy bajita o me decía: "márcame, pero no podemos durar más de quince minutos hablando." A pesar de que siempre la tenían vigilada, yo no sentía que les importara realmente. Ella era hija de un señor con el que nunca estuvo casada su mamá.


Yo la recuerdo como una muchacha triste.


Un compañero de la secundaria me dijo: "se me hacía muy melancólica. Los profes la regañaban porque no llevaba jales. No me imagino qué pensaba o qué sentía, pero sí, me acuerdo de ella. Verónica Sosa."

Voyager de Daft Punk