9.11.12

Canciones de Luis Miguel para Memo y Gaby

Hola otra vez! Fíjense, queridísimos lectores no habituales, que tengo varias semanas escribiendo un chingo. Me da mucha alegría. Llevo algunos escritos publicados en el periódico, cuentos arreglados y demás. No sé a qué se deba, tal vez a partir de mi regreso de Tijuana y mi convivencia con ciertas personitas que escriben y me motivan a hacerlo también :)
En fin, aprovechando que en mi blog tengo algunos cuentos y demás, pues los estoy reeditando y dándoles una nueva dimensión. Ahora le tocó a una historia que hace muchos años, (en el 2009, para ser precisa) le escribí a una amiga del De Efe, que estaba batallando con esas cuestiones de pareja y embarazos no planeados que tanto agobian a las personas actualmente. Se llamaba algo así, canciones de Luis Miguel para Raúl y Gaby (le cambié el nombre sólo a él, para que no hubiera ofensas) pero ahora, la historia quedó tan medianamente bonita (no es humildad simulada, es que tengo que hacerle unas cuantas ediciones) que he decidido compartirla. El día de ayer, jueves 08 de noviembre, tuve mi última mesa de lectura en la facultad, y con una ronquera eterna, presenté el cuento que ahora les comparto, espero puedan disfrutarlo.

Aquí está la entrada original:

http://pollitoaventuras.blogspot.mx/2009/02/luis-miguel-y-sus-rolas-con-historias.html


Y acá, les dejo el cuento :)

Canciones de Luis Miguel para Memo y Gaby.

Gabriela y Memo se han jurado amor eterno. Como si fueran argumento de una cursi novela rosa, mezclada con un cuento adolescente de José Agustín, saltaron la reja del Espacio Escultórico en Ciudad Universitaria. Eran las dos de la madrugada, y frente al esmog, las estrellas mercuriales y el océano de roca volcánica, sellaron su pacto infinito. Se sintieron granos de arena, estrellas de galaxias remotas, el Distrito Federal. Se habían sacado la lotería y el premio fue la Juventud, Divino Tesoro.

Viviendo esas circunstancias, hasta lo eterno parece pequeño. A veces olvidamos que somos seres finitos y poco sabemos de la eternidad. Para nosotros, lo perpetuo es la fila del banco en día de pago, un viaje en carretera, morir quemados. El mismo Dios cristiano ignora la infinitud.

Para Gabriela y Memo, el amor infinito les hubiera durado un año, tal vez dos. Aunque las cuestiones de elasticidad temporal, influidas por el vientre comprometido de ella, provocaron que su película romántica tuviera continuación.

Memo estaba fascinado. Quién iba a pensar que aquello, que generalmente terminaba en el papel sanitario, iba a producir un nuevo ser: su hijo... Qué extraña palabra, "hijo". ¿Qué se sentiría tener uno, cargarlo, abrazarlo, dormirlo? Gabriela, por otro lado, cargaba con sus propias transformaciones: cuestiones hormonales que luego se volvían emocionales, náuseas que terminaban en vómitos, antojos en kilos de más. Guillermo bien podía pasar el embarazo desentrañando el milagro de la vida, pero el cuerpo de ella pagaba todas las consecuencias del producto: pies inflamados, estrías, caída de cabello, dolores de espalda, aumento de peso, ganas constantes de orinar, los padres enojados, los problemas que no la dejan dormir, la almohada llena de lágrimas, el rostro demacrado...

Con el nacimiento del niño los problemas se incrementarían, porque hasta el impacto de sentirse siembra provechosa se desvanece con el invierno. La responsabilidad por el cuidado de otra vida, implica, muchas veces, el abandono de la propia. Al menos esto ocurrió con Gabriela. Su situación poco a poco estuvo transformada en una tragedia telenovelesca. Por un lado, los padres, por el otro, sus niños: Raúl y Guillermo. El primero, con exigencias propias de los recién nacidos; el segundo, negándose a dejar la vida juvenil.

Cuando no estaba cuidando a Raúl, Gabriela se la pasaba maquinando decepciones. "Esto ya está valiendo madre, no sé ni qué hacer con Memo... Podría intentar sacar adelante a mi hijo yo sola, como muchas mujeres, no sería la única... O podría esperar a que cambie, tal vez cambie por mí, tal vez si me tranquilizo y espero, se dé cuenta que soy como la de la canción de Luis Miguel, la incondicional, la que no espera nada... La que no supo amar... Y tal vez quiera estar ahora sí con nosotros."

Pero las mujeres, bipolares por naturaleza, poco pueden hacer en la eterna lucha entre razón y corazón. Las vísceras le ganaban. "¡Dejaré pues todo! ¡Nos vamos mijo y yo! No volveré a pedirle una sola cosa, ni su cariño, ni su apoyo, ni nada. ¡No lo necesito! Voy a devolver el refri, la estufa que saqué en abonos, no volveré a permitir que me ignore como lo hace hasta hoy. Ya no voy a aguantar sus vicios, sus descuidos... Y si prefiere a sus amigos, ¡pues que se haga joto!

Sus manos se transformaban en embudos de tornado que arrasaban los cajones. Saciaba sus necesidades histriónicas durante algunos minutos, y luego, con una voluntad arrepentida, se sentaba a llorar.

"Es que Memo es el padre de mi hijo. Nos une algo importante. Y a pesar de todo, lo quiero. Tal vez espero demasiado de él. Desde que lo conozco, siempre ha sido así: irresponsable. No puedo hacerlo cambiar."

Una noche tuvieron una fuerte pelea porque él quería conseguir trabajo nocturno, pero Gabriela le reclamó que de seguro lo hacía para no llegar a la casa y evitar responsabilidades importantes, como ir a registrar al niño. "Que lo hagan tus papás, son los que más chingan con eso". Gabriela tenía un corazón de granada, y Guillermo acababa de quitar el seguro. En los siguientes minutos, se dijeron todo lo que tenían que decirse. El amor eterno, había llegado a su fin.

Y es entonces, en la desoladora visión del final cuando ya todo está perdido, que la calma regresa otra vez. "Gabriela... ¿Qué vamos a hacer? Ya ni siquiera podemos estar juntos".

Memo comenzó a guardar su ropa en una bolsa, listo para marcharse. Gabriela lo detuvo, le dijo: "Memo, no te vayas esta noche, es muy tarde y no llevas suficiente dinero".

Él no sabía si quedarse o largarse de una vez. En momentos donde no se puede hacer una elección y sólo existen dos alternativas, lo mejor es dejarlo al azar del lanzamiento de una moneda. Decidieron la suerte: si caía sello, se quedaba, si caía águila, se iba, no la atraparían en sus manos, dejarían que cayera al suelo. Por primera vez en mucho tiempo, estaban de acuerdo en algo.

Y así, la moneda con 11 gramos de masa se elevó en el aire siguiendo una trayectoria de tiro parabólico con inclinación de 37 grados llevando una velocidad constante de .85 m/s, sin resistencia del aire y sujeto a un campo gravitatorio uniforme de 9.81 m/s2 de caída libre, chocando contra el suelo a una fuerza de 107.91 Newton...

Sin embargo, el choque se produjo con la orilla del canto lo que la hizo rodar en un semi círculo y llevar una trayectoria con dirección a la puerta y luego a la cocina, continuar recargada sobre uno del os bordes de la pared y que más tarde encontraría su camino en la hendidura que dejaba la bisagra de la puerta.

La siguieron hasta la cochera, se sintieron tentados a pisarla para que se detuviera de una vez, pero no lo hicieron, permanecieron fieles a su acuerdo, y la moneda siguió su curso. Adquirió velocidad con la rampa de entrada del auto y siguió hasta la calle donde la perdieron la vista... Ahí continuó un buen rato más su destino, demostrando que aún una moneda, encontrándose dentro de la vida, tiene más de dos alternativas. Y ese extraño misterio de posibilidades cuánticas, ni siquiera la física puede explicarlo.



Fin :)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aww me encantó, me gustó mucho, mucho y que alegría que estés escribiendo constantemente.

Un abrazo Brenda, es un placer y orgullo haber compartido mesa con ustedes, lo disfruté mucho. Me hicieron feliz (:

Nos vemos!

canciones nuevas 2013 dijo...

Zully que buen comentario