16.10.18

inktober: asesinato

A cortinas cerradas.

A mi mamá le gustaba cuidarnos. Según mi abuela, mi madre tuvo desde pequeña un carácter apacible y una gran templanza con los demás, cualidades naturales para tranquilizar a los bebés.

Cuando creció, pasó de hacerse cargo de hijos de otros a cuidar los propios. Para su desdicha, sólo yo alcancé a cumplir doce años de edad, pues mis dos hermanitos fallecieron casi recién nacidos, por lo que después entendí, era la temible enfermedad de cuna. Ella nunca se recuperó. Los recuerdos de mi niñez transcurrieron en una casa con las cortinas siempre cerradas en un ambiente lúgubre y solitario. En ese universo, únicamente existíamos nosotras dos, pues mi papá trabajaba fuera de la ciudad casi todo el tiempo.

A mi madre le gustaba jugar conmigo a los trastecitos y a las muñecas. Cuando crecí, me enseñó a coser, tejer y bordar. Pasábamos nuestras tardes practicando habilidades con el ganchillo mientras conversábamos de todo y de nada. Cocinaba muchos pasteles que yo prefería no comer, porque desde siempre padecí problemas estomacales que me obligaban a estar días enteros postrada en cama.

Una vez, mi padre tuvo un accidente de trabajo que lo llevó a cama por tres meses. O eso creyó, porque el lento veneno de la casa actuó sobre él, languideciéndole gradualmente. Al cabo de un año, la fatiga le traería la muerte. Al principio parecía un hombre vigoroso, pero con el paso de los días una telaraña se comenzó a formar dentro de su cabeza. Supe, por nuestras pláticas cada vez más confusas, que algo en él palidecía cada tarde. Con el tiempo, mi madre me pidió que ya no lo agobiara pues se encontraba tan mal que incluso tuvo que comprarle pañales para contener la diarrea que también a él lo había atacado.

A mí la diarrea me dejó de afectar desde que dejé de tomar los remedios que mi madre insistía en prepararme. Por desgracia, nunca tuve oportunidad de hacerle la recomendación a mi padre. Además, en el fondo, yo estaba segura que mi mamá haría lo posible para que mi papá estuviera bien. Lo sé porque ella nos cuidaba de todo corazón.

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