Pasar treinta años de tu vida con una persona, para luego advertir, mientras ves un noticiero, que no amas a la persona con la que estás, con la que has dormido la mayor parte de las noches, que le escuchas roncar y te hiede al despertar. Que es vieja como zapato de segunda, monótona como infomercial, de carne pantanosa, piel amarilla, dientes de piedra gastada y manos de corteza. Qué locura. Todo mundo te advierte que en cualquier segundo puedes perder la vida, pero jamás te enseñan que, en cualquier momento, también puedes morir y seguir viviendo. O mejor dicho, vivir y estar muriendo. Que en cualquier momento se te descose la vida intentando repararla con retazos de felicidad. Creen que un acomodo de las funciones vitales es suficiente para la llamada "vida".
Ella me ha dado la vida varias veces. Ahora me ha tocado a mí parir su dolor. Río cuando llora, río cuando ríe, la abrazo cuando siente que no tiene nada más que su triste piel que la acaricie. Y lloro cuando no me ve... Acomodaré sus confidencias una a una en mi garganta, las ahogaré en mi estómago venenoso. Le diré: te quiero...
Aunque no sea de mí de quien espera escucharlo.
1 comentario:
que bonito cacho.
Publicar un comentario